En Wood Fields, el 14 de diciembre de 1807. Portsmouth
Me encuentro en mi casa después de una amena semana en Londres, en compañía de mi querida Lively y disfrutando de unos merecidos días de descanso tras mi misión frente a las costas de Portugal.
Viajé a la capital para informar en el Almirantazgo de todo lo ocurrido frente a la costa lusa (la escolta hacia Brasil de la familia real, la toma de la capital por parte de los franceses y el apresamiento de los buques rusos de Seniavin).
Aproveché que Lively se encontraba en Londres junto a su padre y su familia para tomar unos días de relax, previo permiso, los cuales fueron bastante gratos para mí.
Hemos comido y bebido bien (quizás demasiado), con visitas a lugares de gran interés, como el puente de Londres, los alrededores de Greenwich (uno de mis 'rincones' favoritos), los diferentes fondeaderos con buques de todo tipo y porte, monumentos de interés como las iglesias medievales y alguna que otra representación teatral donde disfruté como pocas veces lo he hecho en la vida, sorprendido de que haya algo que me pueda interesar más que el ser testigo de una buena andanada.
Concretamente fue una obra a la cual no quería asistir en un principio al considerarla completamente aburrida, ya que no se trata de una representación dramática, sino más bien de lecturas de cámara.
Sin embargo Lively puso mucho empeño e interés en asistir, y dado que a causa de mis viajes nos vemos relativamente poco, finalmente opté por ceder, y reconozco que salí realmente entusiasmado, recitando torpemente algunos de los versos que oí mientras paseábamos de camino a la residencia de los Caster de la capital.
También fue muy interesante nuestra visita a la Torre de Londres, donde dedicamos especial atención a la casa de fieras, donde disfrutamos con los leones que allí se encuentran y que nos observaban en todo momento con ojos que inspiraban respeto.
Eso sí, a punto estuvo de ocurrir un grave incidente, porque Lively, gran amante de todo lo que se parezca a un gato, por muy largos y peligrosos que sean sus colmillos, tuvo la osadía de acercarse demasiado a uno de los animales que, a la velocidad del rayo, desgarró parte de su vestido, no llegando a la carne de milagro.
Me dejé llevar por la ira, e incluso llegué a sacar mi sable de la vaina, y con el grito de guerra que uso a la hora de saltar a la cubierta enemiga, busqué la forma de entrar en la jaula, aunque los cuidadores que allí se encontraban y algún que otro espontáneo me sujetaron con poca ceremonia mientras Lively me lanzaba una mirada llena de amonestación.
Gracias a dios fue sólo un susto, y aunque durante una hora larga apenas hablamos y ella se mostró más silenciosa que de costumbre, la visión del sol ocultándose teñido de rojo más allá del parque que rodea Greenwich suavizó su gesto, y llegamos a casa cogidos del brazo y charlando amigablemente.
Ahora, de vuelta a Wood Fields, aprovecho la soledad de mi casa para escribir estas líneas y reflexionar sobre mi nefasta situación económica, ya que mi estancia en Londres ha agotado de forma alarmante el peso de mi bolsa.
Necesito encontrar la forma de que mi dinero crezca, pero no creo que haya posibilidades y menos con la misión que se avecina, ya que, según parece, se está preparando una escuadra para dirigirse a las islas Madeira y conquistarlas ahora que Francia se ha adueñado de Portugal y, presumiblemente, sus dominios.
Todo parece indicar que la Circe será una de las fragatas que acompañe la expedición que contará con navíos de línea y un fuerte contingente de tierra.
De momento no tengo órdenes concretas, aunque sí me han instado a tener la fragata lista para zarpar en una semana aproximadamente, lo que concuerda con la posible marcha sobre Funchal.
Será cuestión de ser paciente y esperar a que se vayan sucediendo los acontecimientos.
2 comentarios:
¡La capital! Cuánto tiempo sin verla. A ver si tengo posibilidades pronto, que con tanto mar a veces se te olvida que existe la tierra firme. Un saludo.
Bueno, según tengo entendido no hace mucho usted tuvo la oportunidad de visitar Manchester, que es otra grandísima urbe.
Un saludo.
Publicar un comentario