En Portsmouth, el 19 de diciembre de 1804. A bordo de la HMS Circe.
Me duele la cabeza pero estoy satisfecho, muy satisfecho, después de haber pasado una noche muy amena en compañía de Lively y algunos amigos.
Los trabajos a bordo están ya finiquitados, y la fragata está lista para zarpar en cuanto suba la marea, rumbo a Funchal, junto a la flota de sir Samuel Hood, insignia en el Centaur, de 74 cañones.
Cierto es que el espectáculo desde el alcázar es simplemente magnífico, y no puede dejar de maravillar a nadie la visión de una escuadra armada y lista para entablar combate.
Junto a mi Circe y el Centaur, navegarán los también 74 York y Captain (¡qué gran navío y qué gran historia!), además de las fragatas Africaine, Alceste y Shannon. A la altura de Plymouth nos reuniremos con el Intrepid, de 64, y la fragata Success, todos escoltando los transportes cargados de los 'langostas' para tomar las islas ahora mismo en poder (al menos nominalmente) de los franceses.
Lo mejor de todo, sin duda, es que a bordo del Captain navega como primer oficial mi gran amigo el teniente James.
Fue una completa satisfacción reencontrarme con él, y apenas había echado el ancla el 74 en Spithead su lancha se acercó a la fragata con John a bordo.
Después de invitarle a una copa de clarete en la cabina, nos citamos a la noche para disfrutar de una cena en mi propia fragata.
A pesar de que pocas veces tenemos la ocasión de encontrarnos James y yo al ser nuestros destinos bien diferentes, aún tengo en mente que al margen de haber sido un excelente primer oficial en los buques que he tenido a mi mando, es buen amigo, de esos que se acuerdan de enviar una carta para interesarse por ti cuando los demás sólo lo hacen cuando hay bebida o comida de por medio.
La cena estuvo a la altura de las circunstancias, y contamos con la compañía de antiguos compañeros de tripulación como el sargento de infantes de marina Anthony Basket, el oficial de derrota John Draw y el contador David Davies. La comida fue buena, el postre mejor (una deliciosa tarta enviada por Lively y que ha soportado con acierto los golpes de su viaje desde Plymouth), y como broche una partida de whist regada con vino, mucho vino, quizás demasiado y principal causante de que el dolor de cabeza de algún martillazo cada pocos minutos.
Pero sin duda ha merecido realmente la pena, y estoy seguro que el viaje hasta Funchal será bastante ameno contando con la presencia de James y compañía.
Una buena forma, en definitiva, de paliar el dolor que supone pasar las próximas fiestas navideñas lejos de Lively.
2 comentarios:
Hacía tiempo que nos apetecía a ambos este viaje, Capitán. Todo un placer.
Lo mismo digo señor, ya ha quedado claro.
Con su permiso.
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