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Carta a William Daniels

A la atención del sargento de Dragones William Daniels, en Valencia. España

Estimado hermano:

Lamento ser el portador de malas noticias. En plena campaña contra las fuerzas de 'Buenoenparte' no creo que sea el mejor momento para que recibas esta carta, pero tampoco es justo que vivas en la ignorancia del triste hecho que voy a relatarte a continuación.

La semana pasada falleció en Londres nuestro querido primo Joseph.
Como bien sabes, padecía una enfermedad que le impedía vivir con normalidad, aunque todos sabemos que tenía fuerza interior suficiente para mostrar que no era una traba para él, a buen seguro para evitar que nos preocupáramos.
Sin embargo, sus ganas de vivir no fueron suficientes para superar el mal y se durmió para no despertar en la noche del pasado martes.

Recibí un mensaje cuanto me encontraba en mi casa de Wood Fields, y sin perder un minuto tomé mi caballo para ir a Pompey y tomar allí la silla de posta hasta la capital, donde nos reunimos buena parte de la familia, llegados desde todos los puntos del país, incluyendo a nuestros tíos y primos irlandeses.

No hace falta que te explique lo mal que lo pasamos todos, ya que, como conoces, Joseph era joven, ¡mi edad nada menos!, y se encontraba en un momento dulce al ser publicada su primera novela.
Su gran pasión era escribir, lo que compaginaba a la perfección con sus artículos de la Gazette.

Todos preguntaron por ti, pero ya les explicamos que te encuentras en España combatiendo contra los franceses.
El deber es el deber, ya sabes.

He de decirte que la muerte del primo Joseph me ha afectado profundamente. No cabe duda de que mi estado de ánimo no es bueno de por si, lo que añadido a esta desgracia me ha sumido en un estado de tristeza que me convierte en un muerto andante que no presta atención a lo que rodea, reaccionando por instinto a lo que ocurre a mi alrededor.

Fue enterrado en Bonehill
¿Por qué demonios ha de llover en todos los malditos entierros? Entiendo que es difícil que en Londres el tiempo sea apacible, pero el ver a la familia y amigos empapados, con el cielo gris sobre piedra gris y los árboles dejando caer sus viejas ramas sobre nosotros como si fuera cera derretida, convirtió la escena en un auténtico drama.

Me vestí para la ocasión con mi mejor uniforme, y aunque aguanté estoicamente buena parte de la ceremonia, las palabras del tío Michael a su hijo, emocionadas, derribaron mis defensas, por lo que me marché para pasear entre lápidas, flores y estatuas de ojos muertos para expresar libremente mis sentimientos en soledad.

Eso es todo lo que tengo que contarte William, y no creo que sea el momento más oportuno para hablarte de otras trivialidades que no vienen al caso.
Sólo te deseo fortuna y suerte en España, y aprovecho la ocasión para enviarte todo el cariño de nuestros padres y familia.

Atentamente se despide:

Capitán Vincent Francis Daniels, en Wood Fields (Hampshire), el 9 de febrero de 1809.

12 comentarios:

Irdabama dijo...

Los únicos cementerios que conozco londinenses son el de Brompton y el de Highgate, capitán. Y en el segundo hay muy pocos cuervos y muchos árboles, de manera que pasear entre los troncos se asemeja más a pasear en un bosque con lápidas que a hacerlo en un cementerio con bosque. Del de Brompton... supongo que no guardo más que el silencio de su explanada y algún soniquete de viento. A lo que iba... Siempre es deprimente la visita de un cementerio; pero por otro lado es tan equilibrado o tan verídico, el hecho de todas esas lápidas y los recuerdos que van a parar a ellas. Siempre me hacen pensar en los entresijos de la memoria humana.

Saludos desde el sol de oriente.

SANTIAGO dijo...

Recordar tan duros momentos con palabras tan bellas como emotivas también sirve de consuelo. Un abrazo.

Dani Yimbo dijo...

Mi querida Irdabama, no cabe duda de que pasear por un cementerio siempre trae consigo paz. Personalmente me encanta. Pero bien es cierto que en estas circunstancias no es del todo agradable.

En cuanto a vd, don Santiago, me alegro de que mis palabras le sirvan de consuelo.
Con su permiso.

Anónimo dijo...

Que En Paz Descanse.

Mejor no envidiar la paz de los muertos. Y no es una paz agradable porque como el sol, la muerte no puede ser observada fijamente.

Fernando dijo...

Tiempo desapacible para un día triste. No concibo el entierro de un compañero sin algunas lágrimas y un buen brindis a su salud, la lluvia aporta emotividad. A pesar de todo, la vida continúa. Saludos Capitán

Náufrago dijo...

A mi, capitán, no me gustan los cementerios y, aunque las personas no desaparecen del todo mientras alguien las recuerde, esos tristes lugares están repletos de pequeñas historias, muchas de ellas sin final, que se perderán para siempre.

Náufrago dijo...

Se me olvidaba, al cementerio le sobra la esquina superior derecha

Anónimo dijo...

Emotivísimo pasaje. Se le encoge a uno el corazón. Obliga a uno a pensar que los seres queridos vivirán para siempre en los recuerdos que los que los quisimos guardamos de ellos, y no envejecerán jamás.

Un fuerte abrazo capitán.

Dani Yimbo dijo...

Señores, vuelvo a agradecer sus palabras, tan bien escritas y acertadas.
Con su permiso.

Anónimo dijo...

Me encantó esa pregunta, señor Capitán.

"¿Por qué demonios ha de llover en todos los malditos entierros? "

Un saludo.

Dani Yimbo dijo...

Un saludo don Jorge. Será que en los entierros todos lloran.

nacho dijo...

Exquisita entrada, Capitán. Saludos