martes

Misión a la vista

Frente a Tolón, el 16 de marzo de 1810. A bordo de la HMS Circe.

¡Por fin algo de acción! No hay mejor forma de acabar con el desánimo que a cañonazos.

Tal como nos temíamos, nuestro vicealmirante Lord Collingwood no superó la crisis y ya está en Fiddler's Green junto a su compañero y héroe Lord Nelson, logrando en la muerte lo que no pudieron hacer en vida: analizar cada detalle de la batalla que los encumbró a ambos a la gloria frente a las costas de Cádiz.

Pero la guerra no entiende de lutos, al menos no por mucho tiempo, y aún rumiando nuestra pena fui llamado a bordo del HMS Canopus, al mando del contraalmirante Martin, sustituto provisional de Collingwood.
En la cabina de este 80 cañones nos reunimos varios oficiales para definir los detalles de la que será nuestra próxima misión: un desembarco en Santa Maura (también conocida por Leucada), una de las Islas Jónicas del Adriático para acabar con la guarnición francesa que la ocupa.

La flota, además de la Circe, estará formada y comandada por el 74 Magnificent, del capitán George Eyre, además de la fragata Belle-Poule, de 38, del capitán James Brisbane y el bergantín Imogene, de 16 y comandado por el capitán William Stephens.
Desde la isla de Zante, también en el mismo archipiélago, zarpará una flota formada por cinco transportes al mando del general de brigada Oswald, un despliegue considerable para un trozo de tierra con más valor moral que estratégico, sin duda.

De vuelta a mi fragata, y a pesar de que hoy la mar está picada y que mi timonel no estuvo especialmente acertado para atinar con su bichero, salté como un gato y ascendí por la escala con una agilidad que me asombró incluso a mí. Fui recibido por caras sonrientes que ya intuían algo, y cuando le informé a los oficiales de nuestra misión, antes de que el último cerrara la puerta al salir toda la dotación conocía ya la noticia.

Un bloqueo, como ya he dicho miles de veces, es algo absolutamente tedioso, y hasta el más bobo de a bordo podría distinguir cada detalle de la costa francesa en las inmediaciones de Tolón con los ojos cerrados, por lo que un cambio de aires, en este caso de aguas (¡hoy estoy de lo más ingenioso!), es ideal para liberar cualquier tensión que pudiera existir en la fragata.
El hecho de que la oportunidad de conseguir cualquier botín en nuestra incursión sean mínimas parece no importarle a nadie. Incluso el temor a la muerte no se tiene en cuenta.
Veamos qué ocurre cuando las primera balas vuelen por encima de nuestras cabezas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Increible relato Capitán!

Abordaré su blog muy aiduamente, si no le importa...

Un saludo!

Dani Yimbo dijo...

Sea usted bienvenido señor.
A su servicio.

Navegante dijo...

Querido capitán, ¿qué puedo decir de una tripulación que prefiere el aroma de la pólvora a la seguridad del tedio?

Va a acabar siendo verdad que el valor se presupone

SANTIAGO dijo...

Se acerca la acción, la esperamos expectantes. Con su permiso.

AlmaLeonor dijo...

¡Hola!
¡¡Si me había perdido una crónica y todo..!! Ccon tanta ausencia ya no esperaba volver a otear la Cice en lontananza. Bienhallado Capitán.
Besos.AlmaLeonor