miércoles

Cerca de la rendición


Frente a la isla de Santa Maura (Mar Jónico), el 14 de abril de 1810. A bordo de la HMS Circe.

Continúa el acoso y derribo a una guarnición que se debilita.
Lo sabemos porque nos devuelven el fuego con menos entusiasmo, no sé si por falta de pólvora o fe. Desde luego los franceses nos han demostrado que saben mantenerse firmes ante la desesperación de lo inevitable, pero son ya muchos días y es comprensible que vean inútil una resistencia que se va apagando como el fuego de una vela.

En la Circe, al igual que en el resto de navíos de la pequeña escuadra, se ha tratado de mantener muy viva la intensidad del ritmo entre andanadas, y aunque son muchas, demasiadas, las balas que no han dado en el blanco y que ni siquiera se han acercado al objetivo, tanto el general Oswald como el capitán Moubray han insistido en no cejar en nuestro empeño, insistiendo en el factor psicológico que supone para los sitiados el ser constantemente bombardeados.

Y he de reconocer que tienen razón, ya que hace dos noches, de las pocas en que los cañones estaban mudos y dimos una pequeña tregua a los ranas, me despertaron gritos de alarma cuando me informaron de que un par de lanchas se acercaban al costado de la fragata.
Cuando ya me encontraba en cubierta, con sable y pistola bien agarrados y la de 'medidas desesperadas' metida en los calzones, el guardiamarina Bullet, que estaba encaramado como un mono en el bauprés, me advirtió que enarbolaban bandera blanca.
Tras acercarme a proa para comprobarlo por mí mismo, observé que, en efecto, los franceses se acercaban con una camisa sucia atada a un palo, desarmados y con las manos en alto.

Su aspecto era en verdad lamentable. Los que no eran prácticamente niños sin apenas sombra en el bigote habían visto ya muchas primaveras, demasiado viejos para mantener firme un mosquete y con aspecto de estar desnutridos.
El teniente Byron demostró que sus conocimientos de francés no se limitan a una larga y elaborada lista de insultos, por lo que hizo las veces de intérprete para comunicarme que en la guarnición son pocos los que están dispuestos a seguir con la tenaz resistencia, ya que la mitad de los hombres quieren desertar y la otra no tiene la fuerza y moral suficientes para soportar el hostigamiento.

Y es que, según contaba el que parecía estar al mando del pequeño grupo de insurrectos, un hombre de ojos tristes y manos temblorosas, antes de nuestra llegada apenas había provisiones. Además, ya habían acabado con todas las aves y roedores de la isla. Eso sin contar con que la provisión de pólvora es tan escasa que tienen contados los disparos que pueden hacer por día. 
"Me parece que sólo les sobran los piojos, señor", me dijo mi primer oficial con una mueca divertida. Es único en sacar a relucir su retorcido humor en este tipo de situaciones.

Esta mañana, el propio Jack me ha solicitado permiso para "ayudar a los franceses a decidirse que es mejor rendirse", y junto a un grupo de mis mejores hombres y artilleros ha tomado          uno de los cañones de 12 libras, ya que ha encontrado una colina donde situarlo y atacar al fortín desde una posición elevada.
Tras enseñarme el lugar y mostrarme un pequeño plano elaborado a toda prisa, le he dicho que el esfuerzo iba a ser demasiado grande, y que dudaba que fueran capaces de llegar a la posición antes de que el enemigo decidiese arriar la bandera.
No me cabe la menor duda de que la mayor motivación y motor para conseguir lo que se proponga es llevarme la contraria, y mientras tomaba café en el alcázar los vítores de la gente de a bordo llegaban hasta la misma orilla al ver a Byron y los suyos disparando contra el fuerte antes de que cayera la tarde.

He ordenado que les envíen doble ración de grog y a Jack una de mis botellas de Jerez, al que es gran aficionado. Es de lo poco que admira de España, además de sus mujeres.

4 comentarios:

SANTIAGO dijo...

Esto va de nuevo viento en popa. Enhorabuena.

Náufrago dijo...

Estaba claro que la ración extra de pólvora y la escasa de comida darían sus resultados.

No sé si darle la enhorabuena o preguntarle directamente ¿qué van a hacer con ese grupo de prisioneros desnutridos?

Dani Yimbo dijo...

Señor, como bien sabe la cadena de mando tiene sus ventajas, y una vez alimentados y, en algunos casos, encontrarse limpios y sobrios, han sido presentados en el 'Montagu' para que el capitán Moubray haga lo que estime oportuno.
A su servicio.

Capitán Tormentas dijo...

Es lo que tiene asediar al gabacho mi capitán. Faltándole el queso y el foie gras, no son nadie. Deles duro señor