lunes

A la caza de berberiscos

En Gibraltar, el 7 de marzo de 1816

Nunca he tenido muy claro cuál es el funcionamiento de los sueños. Personalmente siempre me he sentido muy sensible a ellos. Una buena o mala noche condiciona el resto del día y es por eso que, en parte, los temo.

Esta noche, por ejemplo, he soñado con viejas caras, rostros del pasado que creía olvidados, pero que al regresar al amparo de los sueños lo hacen con tanta fuerza que me deja claro que nunca se terminaron de marchar.

¿Cuál es la razón, biológica, para este fenómeno? Imagino que nuestra cabeza no puede apagarse y punto, y que necesita estímulos para seguir en movimiento. Lo otro sería, quizás, la muerte, el vacío absoluto, la nada.

¿Cuál es la razón de los sueños?
En tiempos de la Grecia clásica les otorgaban poderes proféticos. El gran Alejandro Magno, como tantos otros desde los espartanos, no acudía al campo de batalla si no lo hacían amparados por los presagios, ya fuera leyendo las entrañas de una bestia o mientras dormían.

Francamente no creo que la mente pueda alcanzar tal poder que sea capaz de adivinar el futuro. Eso es cosa de brujas, y a bordo de un navío hay que tener cuidado con este tipo de situaciones, y es mejor no mentarlas, ya que la marinería suele ser supersticiosa por naturaleza, y el mero hecho de saber que su capitán tiene tales pensamientos podría dar pie a un auténtico motín o, lo que sería casi peor, una desbandada en masa.

He estado tentado de consultarlo con el médico de a bordo, un jovenzuelo que parece ser persona estudiada y de mentalidad abierta. Pero como he dicho no me fío aún de que se vaya de la lengua, que a bordo todo se sabe y no quiero alterar la aburrida rutina de la vida en puerto a bordo de un navío.

La guerra acabó y sigo destinado en Gibraltar, a bordo de la Circe con este viejo y silencioso diario como único y viejo amigo, eterno espectador de un capitán de navío sin gloria. Napoleón se pudre en Santa Elena, una isla perdida en el Atlántico, lejos de cualquier nuevo intento de resistencia, abrumado bajo el peso de millones de fantasmas, los de los muertos en infinidad de combates por todo el mundo.


"Sigo destinado en Gibraltar"
La paz con Francia y al otro lado del océano con los americanos ha vuelvo la mirada de la nuestra Royal Navy hacia los piratas berberiscos y su intención de liberar el Mediterráneo de su presencia, y esa será durante los próximas semanas la misión de la Circe, una patrulla constante en busca de presas para asegurar el comercio en la zona y hacer dormir más tranquilos a los habitantes de las costas europeas.

Ardo en deseos de volver a oír el estampido de los cañones y oler a pólvora quemada por la mañana.


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