martes

Tormenta atlántica

En la HMS Circe, el 26 de noviembre de 1807. Frente a la costa portuguesa.

No hay nada más aburrido que un bloqueo. No me cabe la menor duda.

Llevamos ya varios días rumbo norte, virada, y rumbo sur, vigilando la costa portuguesa a la espera de que los lusos se decidan de una maldita vez si optan por refugiarse bajo los colores de la Union Jack o, en cambio, prefieren aceptar con los brazos abiertos el abrigo del potente ejército francés que ya ha superado sin mayores impedimentos la frontera.

Lo único novedoso de estos días fue un fuerte temporal que azotó la escuadra el sábado, con un potente viento del oeste que nos empujaba hacia la costa y que nos obligó a navegar de ceñida hacia mar adentro, ya que tener a sotavento tierra es lo menos recomendable dadas las circunstancias.
Desgraciadamente para nosotros, desde el buque insignia llegó la orden de que la fragata debería de mantener la posición lo más cerca posible de la costa "y dentro de las condiciones de seguridad que permitiera la situación". Ganas tuve de contestar algo irrespetuoso, pero consideré oportuno no faltarle el respeto a un almirante como Sir Sidney, poco amigo de las bromas.

De ese modo, en lo que fue una de las noches más horribles de toda mi vida, tratamos de navegar sin alejarnos en demasía de la costa, una línea oscura y casi imperceptible en el horizonte oscuro, con casi toda la tripulación en cubierta, atentos a las maniobras, con el viento silbando en la jarcia que taponaba los oídos, los cañones bien trincados, cuatro hombres al timón y empapado hasta los huesos.
Tal era el movimiento de la Circe, que cabeceaba desordenadamente ya que nos costaba muchísimo mantenerla proa al viento, que llegó un momento en que me sentí indispuesto, muy indispuesto (quizás por culpa de no haber comido nada durante tantas horas), por lo que estuve a un suspiro de echar lo poco que tenía en el estómago por la borda, lo que habría sido un espectáculo realmente lamentable para un capitán, en su alcázar, y con todos los oficiales presentes.

No sé cómo pero logré aguantar las arcadas, dejando que la espuma que estallaba contra el caso me diera de lleno en la cara, y tratando de concentrarme por todos los medios en que mi única preocupación fuera que la silueta que marcara la costa no fuera en aumento.

Gracias a los dioses, con la mañana fue llegando la calma, y cuando el fuerte oleaje fue cesando y el viento dejó de soplar con ira, desplegamos más paño, comprobé que todo estaba en orden, y por fin me tumbé en mi coy (empapado, no tenía fuerzas para quitarme la ropa) para reposar.
Pasé todo el domingo durmiendo, ya que no tenía fuerzas para abrir los ojos, y me limité a dar la orden a mi primer oficial que estuviera al mando de la fragata mientras yo trataba de superar mi agotamiento y me peleaba con mi despensero y criado Vincenzo, empeñado en quitarme la ropa mojada para dormir completamente seco (lo consiguió finalmente).

Ya ayer logré subir a cubierta al oír la voz del vigía que avisaba que la escuadra volvía a asomar las vergas tras la tormenta, y aunque no me encontraba completamente recuperado, lucí mi mejor uniforme mientras, a través de los mensajes desde la jarcia del Hibernia, recibía la felicitación de Sir Sidney por haber mantenido la posición.
En cuanto a nuestra misión, el embajador en Portugal, Lord Strangford, se adentró hace apenas una hora en el estuario del Tajo a bordo de la corbeta Confiance (capitán James Lucas a bordo), ya que tiene buenas relaciones con la familia real y, según he podido saber, tratará de convencer a sus majestades que abandonen la capital para rendir la flota portuguesa o, bien, y mucho más político, escoltarlas hasta sus posesiones en Brasil para alejarlos de las garras de Bonaparte.

Ahora toca de nuevo esperar, y navegamos a sotavento de la escuadra, concretamente cerca del Monarch, cuya línea de portas cerradas comienzo a ver surgir a través del ventanal.
Subiré a cubierta para tomar algo de fresco y comprobar que todo se desarrolla correctamente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya dijo un sabio que después de la tormenta...
El tema es sobrevivirla. Un abrazo.

Dani Yimbo dijo...

Seguramente ese sabio sería marino señor James.

Otro abrazo desde la Circe.

Martín.- dijo...

Completamente de acuerdo que no hay nada peor que un bloqueo... seguramente Jack Aubrey me replicaria y diría que si hay algo peor, ser Comodoro y tener que quedarte sin pelear y perderse toda la accion de guerra...

saludos capitán!

Dani Yimbo dijo...

En efecto señor Martín, ya sabe que el señor Aubrey prefiere trabajar con la pólvora a trabajar con los documentos.

Con su permiso.