miércoles

Victoria en Funchal

Frente a Funchal. El 26 de diciembre de 1807. A bordo de la HMS Circe.

Tal como esperábamos la resistencia de las islas ha sido nula.
Después de reunirme ayer por la noche en la cabina del Centaur con el resto de capitanes de la escuadra, establecimos la estrategia para atacar Funchal y desembarcar las tropas del general Beresford.
Sin embargo, pocos pudimos evitar la sensación de manifiesta tranquilidad al saber todos los presentes que los portugueses no tratarían de defenderse y que cumplirían con el trámite de arriar la bandera antes de recibirnos con los brazos abiertos.
Incluso el capitán Worsley, del Intrepid, no paró de contar chistes, algunos de pésimo mal gusto, sobre las fuerzas lusas (sus mejillas estaban más coloradas de lo habitual), hasta que sir Hood se vio en la obligación de amonestarle verbalmente, lo que provocó que el aludido enrojeciera aún más, lo que parecía imposible, y brindáramos por la victoria en un ambiente tenso.

En la mañana de hoy, las fragatas fondeamos a un cable de distancia del fuerte de Santiago, cuyas bocas de fuego, temibles, se mantuvieron en silencio, y nos limitamos a ser testigos de cómo el capitán Webley desembarcaba en su falúa como emisario para solicitar una rendición que se produjo prácticamente antes de que pisara tierra.
Desde el alcázar pude ver el aspecto de nuestra flota, engrandecida por una ciudad que parecía encogerse ante la visión de los costados de nuestras baterías, con el olor de las mechas encendidas impregnándolo todo y los oficiales con nuestras mejores galas, magníficos, en contraste con los torsos sudorosos de los hombres a los cañones y el rojo escarlata de los infantes poblando las cofas.

Como siempre que ocurre en estas circunstancias, tengo una sensación agridulce, ya que por un lado es una lástima el no haber podido entablar combate y poder oír a cientos de cañones disparando al unísono, pero por el otro no cabe duda de que es preferible conseguir una victoria sin que una sola vida comience su particular singladura por el Aqueronte.
Por lo que en resumidas cuentas nos podemos dar por satisfechos al haber cumplido nuestra misión, ya que las Madeira forman parte de la Corona de Su Majestad con todos los barcos y hombres intactos.

Ahora, dejaré de escribir, ya que sir Hood recibirá a los oficiales en su cabina, y según parece organizará un banquete en tierra para celebrar no sólo la victoria, sino también la Navidad, ya que dados los preparativos del combate no ha habido tiempo de disfrutar de estas fechas tan significativas.
De todos modos, el pasado lunes sí pude reunirme con James, y ambos brindamos por nosotros y nuestros seres queridos, allá en Inglaterra y a los que envió mis mejores deseos desde mi corazón y pensamiento.

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