jueves

En tierra firme

En Karlskrona, el 13 de noviembre de 1808, en una habitación de la calle Stortorget

Karlskrona es una de las ciudades más importantes de Suecia, y se nota.
Ahora que se acerca el invierno, el puerto está completamente atestado de embarcaciones de todo tipo y porte.
Hace tres días que llegamos, y ha sido una tarea ardua encontrar un lugar donde echar el ancla de la Circe.
La verdad es que no tengo ni la menor idea de dónde van a ubicar la escuadra de Saumarez, que para colmo llegará con los navíos suecos, lo que podrán sumar una veintena de velas aproximadamente.

Nada más llegar, me reuní con el comandante del puerto, el señor Mats Näslund, que en un inglés correcto me dio la bienvenida y me informó de que dispondrían todo para recibir a la escuadra.
Aproveché la ocasión para rogarle que tuviera a bien encontrar una habitación donde poder instalarme, ya que después de tantos días en alta mar uno agradece el poder dormir en tierra firme.
Al final me indicó que acudiera a la calle Stortoget, ya que un primo suyo posee un edificio donde me podría instalar cómodamente.

Tras enviar un mensaje a mi primer oficial, donde le informaba de que dispusiera de lo necesario para los turnos de permiso para toda la dotación, me dirigí a la mencionada calle, acompañado de Vincenzo, cargado con mi baúl y maravillado por una ciudad donde se puede respirar el mar por todos sus costados.
Un mozalbete de apenas 12 años hizo de guía, señalando éste o aquel edificio mientras respondíamos con bobas sonrisas que denotaban nuestro limitado conocimiento del sueco.

Karlskrona es una ciudad que se adentra en el mar, y está dividida en varias islas, muchas de ellas unidas por puentes. No fue fácil llegar hasta el lugar destinado a la fragata, ya que son tantas estas islas que tuvimos que navegar con mucho cuidado. Afortunadamente pudimos contar con un eficiente práctico sueco al timón, de unos 102 años seguramente y que hablaba con gran alegría sin que nadie en el alcázar entendiera una sola palabra de lo que decía.
Las defensas de la ciudad son admirables, con baterías que controlan perfectamente la entrada al puerto, y un arsenal y astillero donde no deja de oírse el repicar de los martillos.

Uno ve a los suecos y se da cuenta de por qué cuando sus antepasados se embarcaban en los célebres drakkars arrasaban las costas inglesas.
Hasta las mujeres son más altas que yo, y aunque me puedo jactar de no ser precisamente bajo, me siento intimidado cuando vamos por las calles más atestadas, rodeados por estos gigantes rubios que, eso sí, me saludan amablemente al reconocer mi uniforme inglés.

La habitación en sí no es nada del otro mundo, pero tiene lo necesario, con cama, armario, escritorio (desde donde puedo ver, a través de la ventana, un bello edificio de muros amarillos) y, lo más importante, un brasero que mantiene la habitación a buena temperatura.

No cabe duda de que me hacía falta descansar un poco y poder disfrutar de un poco de tranquilidad e intimidad, ya que esto último, en una fragata, es siempre algo muy relativo.
No obstante, aprovecharé estos días para pasear y conocer más a fondo la ciudad.
Ahora me tumbaré y dormiré un poco.
Será extraño no sentir el vaivén de la Circe.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola!
Capitan, ¿de veras conoce los lugares de los que nos habla? Sería dificil pensar que no, con lo bien que los describe, incluidos los sentimientos que le produce su visita. Me ha encantado la descripción de las mujeres suecas ("mas altas que yo", jejeje) y del cuarto con brasero ¡casi se puede sentir el calor que desprende!
Felicidades capitan, por su viaje y por su bitácora.
Besos.AlmaLeonor

Salvador Díaz dijo...

Pues a ver si duerme bien nuestro capitán.

Muy bien elaborado señor, deseo leer el siguiente.

Fernando dijo...

Supongo que el que te conozca en persona sabrá traducir algunas de las metáforas que intuyo :), a pesar de no entender algunasm está siendo un viaje interesante. Describes muy bien los sitios así que, o tienes una máquina del tiempo, o realmente escribes desde allí... Sigue adelante capitan

Dani Yimbo dijo...

Queridos compañeros de viaje, como siempre muy agradecido por vuestras palabras, que son el viento que empuja mi navío hacia el horizonte.
Espero que sigáis conmigo durante mucho tiempo.
Eternamente agradecido, como siempre: Alma, Salvador y Fernando.

Dani Yimbo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Náufrago dijo...

Acabas de conseguir un polizón más para el viaje de la Circe.

Enhorabuena por esta bitácora que nos transporta al pasado glorioso de la vela, emocionante y repleto de aventuras.

Dani Yimbo dijo...

Bienvenido a bordo Navegante, coja su coy y disfrute de la travesía. Un placer tenerle entre nosotros.