miércoles

Correo

En Gibraltar, el 6 de febrero de 1808, a bordo de la HMS Circe.

Se nos ha ordenado zarpar en cuanto sea posible, y afortunadamente la fragata ya está lista en el fondeadero, al menos en cuanto a las reparaciones se refiere, ya que aún falta subir los barriles de pólvora y agua a bordo.
Nuestra misión consiste en poner proa al estuario del Tajo,ya que, según nuestros informes, navíos rusos anclados en Lisboa podrían zarpar en breve, por lo que la Circe, la embarcación más rápida que se encuentra en estos momentos en Gibraltar y con opciones de soportar alguna andanada de un navío de línea, es la más adecuada para esta misión.

Esta mañana, mientras mis hombres se encargaba de realizar las labores de aprovisionamiento, me dirigí raudo, correteando por las calles de esta pequeña gran ciudad, en busca de la oficina de correos, ya que he escrito una carta para mi hermano Yakko, ya que hoy es su cumpleaños y, torpe de mí, no he sido más previsor para mandársela antes.
A pesar de que nuestro distanciamiento es manifiesto, ya que nunca hemos estado de acuerdo en multitud de asuntos (quizás el que yo sea oficial de la Armada y él de los Dragones tenga algo que ver), tampoco creo que sea correcto el no enviarle una felicitación formal, ya que la familia es la familia, y en resumidas cuentas es el único hermano que tengo.
Probablemente no recibiré respuesta de agradecimiento alguno, pero al menos yo habré cumplido con mi deber. Que se vea que la gente de mar tenemos más clase que los 'langostas'.

Por otra parte, he decir que me he llevado una gran sorpresa cuando el encargado del correo me informó que había llegado un paquete para mí.
Éste, de enormes proporciones, ha sido enviado por mi tío Francis, hermano de mi padre, general al mando del Regimiento de las Guardias del Rey, en Irlanda.
Se trata de un precioso cuadro del HMS Victory adentrándose en Gibraltar tras la gloriosa victoria de Trafalgar (¡excelente juego de palabras!).
Eso sí, para poder desenvolver el paquete he tenido que recibir ayuda por parte de señor Evans, que me acompañó, ya que mi tío, que siempre ha sido muy meticuloso, ha tenido mucho cuidado de que el paquete no sufriera desperfectos, con un sinfín de cordeles y telas que ha sido más difícil de abrir que un cofre judío. Más que a Gibraltar parece que el cuadro fuera a ser enviado a Valparaíso.
Sin embargo, estoy muy agradecido por el presente, y he garabateado una nota para mi tío, aunque en un futuro le enviaré una carta más formal y amplia para darle mil gracias.

Después, y todavía a la carrera, visitamos al teniente Byron, cuya mejoría roza lo milagroso, ya que lo encontramos bebiendo un caldo servido por una joven monja que, en ese instante, estaba boquiabierta ante la verborrea de Jack, que le relataba sus peripecias en el Mar Rojo.
Mi primer oficial, aún con el rostro pálido y un aparatoso vendaje en la cabeza, no ocultó su disgusto al enterarse de que la Circe levaría anclas.
Según parece, el médico le ha informado de que se encuentra mucho mejor de lo que podría esperarse tras semejante caída, y que los daños no han sido graves, aunque deberá de seguir bajo observación un par de semanas como mínimo.
Así nos despedimos no sin que Byron nos deseara suerte, rogándome que lo tuviera informado en la medida de lo posible.

Después, junto a mi guardiamarina, hemos subido a la fragata, yo con una amplia sonrisa de satisfacción que ha relajado los gestos de mis oficiales, y con la ayuda de Vincenzo hemos colgado el cuadro en un lugar bien visible en mi cabina.
En estos momentos lo observo y no puedo dejar de sentirme orgulloso por poder lucirlo ante mis visitas, y espero que nos dé suerte en nuestro pequeño viaje a la costa portuguesa.

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