viernes

La cañonera francesa

En Gibraltar, el 15 de febrero de 1808. A bordo de la HMS Circe.

Hoy es un buen día. El cielo está azul y el mar algo gris, recobrando su color verde después de que el Estrecho haya sido azotado por el furioso levante durante una semana, algo que no recuerdan los más viejos del lugar.
Tal era la fuerza del viento que ninguno de los navíos ha podido levar anclas en todo este tiempo, e incluso el paquete español que hace el trayecto Algeciras-Ceuta tuvo que refugiarse en nuestro puerto después de estar a punto de irse al fondo.
Tras revisar detenidamente la correspondencia y comprobar que no había oficiales a bordo, se ha puesto en libertad a su tripulación e incluso al pequeño jabeque, el cual ha zarpado esta misma mañana con poca vela, temeroso de que algunas de las cientos de bocas de fuego que erizan los navíos de Gibraltar traspasara sus cuadernas sin previo aviso.

En cuanto a nosotros y nuestra presencia en el Tajo, no vimos barcos rusos, ninguno, aunque la remontada del río por parte del segundo del piloto, el señor Blond, a bordo del cúter, con el guardiamarina Evans en la lancha, fue digna de ser mencionada en La Gazette.
Después de dejarlos lo más cerca posible de la costa sin poner en riesgo nuestra posición, tanto por la posibilidad de ser descubiertos como por exponer demasiado la fragata, ya que el viento seguía soplando con fuerza, nos adentramos en alta mar.

Bogando con brío, con olas de tamaño considerable, ambas embarcaciones se alejaron para fundirse con la noche mientras yo me limitaba a observarlos desde el alcázar. Lo último que vi fue al señor Blond ponerse de pie y saludarme con el sombrero, haciendo gala de un equilibrio memorable.
Aquí transcribo el informe redactado por el propio suboficial:

Pasadas las doce de la noche, y una vez dejamos atrás la fragata que V.E. comanda, comenzamos a bogar con brío para acercarnos lo máximo posible a Lisboa, sin largar la vela en ningún momento para pasar lo más desapercibido posible. Era noche cerrada y sin luna cuando, según mis cálculos, nos encontrábamos cerca, muy cerca de la ciudad, a vista del fuerte San Pedro, exactamente entre la torre de Belén y la batería de San Julián.
Apenas habían pasa
do unos minutos cuando uno de los hombres a mi mando señaló muy cerca nuestra, quizás demasiado, la presencia de una cañonera que enarbolaba bandera francesa.
Traté de actuar lo más rápido posible y ordené su inmediato abordaje.
La resistencia fue dura, muy dura, con fuego de mosquetes desde la cubierta y algún disparo de un cañón de seis libras que no dio en el blanco (más tarde comprobamos que el armamento se completaba con su gemelo y un cañón de 24 que no fue disparada por falta de tiempo). Nos dividimos en dos, y mientras mi grupo atacaba por babor, el comandado por el señor Evans (cuya labor fue diga de mención) atacó por estribor.
El combate en cubierta fue encarnizado, con brava resistencia francesa, ya que el enemigo perdió tres hombres (uno de ellos abatido por un disparo a bocajarro del marinero Paint) y fueron heridos nueve hombres. Una vez su capitán, el señor Gaudolphe, rindió el barco, cortamos las anclas y nos alejamos río abajo.
Las baterías reaccionaron demasiado tarde y sus disparos no nos alcanzaron, exceptuando algún balazo en el paño sin mayores consecuencias. Así logramos abandonar la ciudad, y al alba vimos en el horizonte las gavias del navío que V. E. comanda, para satisfacción nuestra.
Es un placer informarle de que no hemos tenido bajas entre nuestros hombres, y permita que destaque la labor de los nombres reflejados en la lista que le entrego a continuación:

Martin Evans, guardiamarina
John Paint, marinero de primera

William Gaiman, segundo del contramaestre

Arthur Rosh, ayudante del carpintero


Un informe realmente bello y que merece estar en las páginas de mi diario.
No cabe duda de que propondré el ascenso de Blond, y dado que ahora estamos faltos de oficiales el señor Evans es teniente en funciones, noticia que ha recibido con gran alegría.
Después de una noche de celebración, ya en Gibraltar, con mi cabina más alegre que de costumbre, hoy disfrutamos de un merecido descanso, aunque pronto tendremos que levar anclas para reunirnos con la escuadra de Tolón de Collingwood.
Llevaremos correo, lo que pondrá de muy buen humor a los oficiales, lo suficiente, espero, para que nuestro contraalmirante tenga a bien enviarnos a Inglaterra y no someternos a la rutina del bloqueo.

Ahora bajaré a tierra para visitar al teniente Byron, en el hospital de la Virgen de los Desamparados, para darle las noticias de nuestra incursión en Lisboa, las cuales serán recibidas a buen seguro con satisfacción.

1 comentario:

Javier dijo...

Te he concedido en premio :)

Mira aquí:

http://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2008/02/nos-han-dado-un-premio.html

Saludos!